Mientras tanto, Freire hizo estancias en algunas universidades e instituciones europeas, y en 1969 fue invitado a impartir clases para la Universidad de Harvard, donde colaboró en el Centro de Estudios del Desarrollo y el Cambio Social. Así pudo publicar en la Harvard Educational Review y dar conferencias en diversas universidades estatales de los EEUU. El educador planteaba que los sectores rezagados en países del llamado “Primer mundo”, tenían problemáticas educativas afines a las de los países latinoamericanos y africanos.
En 1970 viajaría a Ginebra, Suiza, donde el Consejo Mundial de las Iglesias pidió su colaboración para fomentar reformas educativas en los ámbitos rurales y urbanos de los países en desarrollo. En Suiza residió por una década y pudo continuar sus investigaciones. Después de sus años de exilio, las condiciones para el regreso de Freire a Brasil se dan en 1980. Entonces inició una intensa etapa de actividad política y es cuando las organizaciones obreras y sindicatos, principalmente los metalúrgicos de la ciudad de São Paulo, fundan el partido de los Trabajadores. Freire se involucra con el movimiento como fundador del partido y asesorando a los líderes como Luiz Inácio Lula da Silva y Jair Meneguelli.
Tras dejar la Secretaría de Educación de São Paulo, continuó su labor teórica y publicó sus diálogos con las nuevas generaciones de educadores. Se interesó en las reformas para la educación primaria y secundaria y criticó los efectos de las políticas neoliberales. Esta labor continuó hasta poco antes de su muerte en mayo de 1997. Entre sus obras destacadas también se cuentan Cartas a Guinea-Bissau, La ideología y la educación: reflexiones sobre la no neutralidad de la educación, Hacia una pedagogía de la investigación, Pedagogía de la esperanza: un reencuentro con la Pedagogía del oprimido, Pedagogía de la autonomía y Pedagogía de la indignación.
Resonancia latinoamericana
Como hemos visto, la obra de Freire alcanzó una gran resonancia a fines del siglo XX, no sólo entre los países en desarrollo sino en todo el mundo. Sin embargo, podemos preguntarnos si su pensamiento aún puede interpelarnos en 2021. Freire propuso una metodología educativa de base, para una educación y una escuela popular en la cual el sujeto se debe hacer, en primer lugar, consciente de su realidad y al educarse adquiere herramientas para transformarla. Es decir, una educación que promoviera el diálogo y la consciencia crítica propia de una sociedad abierta, en vez de la conciencia ingenua, casi fatalista, de una sociedad del silencio. Resaltó el carácter político del tema educativo y mostró a la educación como acción política (Freire, 1975).
Su obra también cambió el modo de concebir el papel del educador, pasando de un mero reproductor del sistema social hasta el de un copartícipe de la autogestión comunitaria. Estos planteamientos nunca gozaron de popularidad entre los sectores conservadores de Brasil, contrarios a la implementación de sus métodos y la lectura de su obra en tiempos tan recientes como 2020.
Tan lamentable como este rechazo es la banalización del pensamiento freireano (Kohan, 2020), bien intencionada, si se quiere, pero riesgosa al fin, y que puede naufragar entre las lecturas superficiales, los decálogos de tips pedagógicos y otros tipos de contenido frecuente en internet.
Sin embargo, las condiciones que inspiraron su práctica educativa y su reflexión teórica siguen por desgracia, vigentes para amplios sectores de población en nuestros países. Las propuestas de Paulo Freire nunca han sido tan pertinentes como ahora y conservan el potencial de definir las nuevas propuestas para la escuela latinoamericana.