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Mirar y hablar de libros: mediar la lectura con juventudes
Eduardo Acevedo Martínez - SECTEI
Mauricio Tizapán Martínez - SECTEI
Alma Nathalí González Ramírez - SECTEI

Resumen

En el presente artículo plasmamos nuestra experiencia mediando la lectura con jóvenes en bachilleratos y universidades; compartimos las dificultades, los errores, aprendizajes y alegrías que experimentamos con esta labor, con el objetivo de que presentes y futuros mediadores que nos lean puedan retomar nuestra experiencia, para trasladarla a sus comunidades lectoras y así sentirse acompañados en este camino de aprendizaje constante.

 

Palabras clave: Juventudes, diálogo, mediación de lectura, comunidad lectora, lenguajes artísticos, ambiente de lectura

 

Introducción

Desde mediados del siglo XX en México ha habido una gran preocupación por desarrollar el gusto por la lectura desde la infancia, lo cual se ha traducido en la creación y desarrollo de programas de fomento a la lectura, impulsados por instituciones y asociaciones civiles, los cuales están principalmente enfocados a niñas y niños de educación básica; sin embargo, son pocos los programas de esta índole que se dirigen a las juventudes.

Lo anterior, probablemente se debe a que mientras más avanzamos en el trayecto escolar, la lectura se convierte en una obligación que se tiene que asumir alegremente, como si fuera un superpoder moral o intelectual que nos coloca sobre las otras personas; además, de utilizarse para condicionar el acceso a otro tipo de estímulos como la televisión o los videojuegos.

Se asume que, a través de la obligación escolar, los sujetos deben desarrollar cierto gusto por los libros, así como las competencias necesarias para la comprensión de textos complejos; cuando en realidad muchas veces el acercamiento a ella ha sido poco significativo o gratificante, llegando así a la educación superior con la idea de que la lectura es difícil, sintiéndola ajena e incapaces de comprender o de adaptarse a los hábitos lectores de la vida académica.

En este contexto, la mediación, reaviva en las juventudes la capacidad de asombro por la literatura por medio del diálogo, el juego y los lenguajes artísticos. Los cuales son recursos a los que podrían recurrir profesores, profesoras, personal bibliotecario, talleristas o cualquier persona interesada por fomentar el placer de la lectura.

Las y los mediadores, en palabras de Michele Petit, “son pilares fundamentales para transmitir la pasión, el deseo y la curiosidad de aventurarse y descubrir otras visiones por medio de los libros y la lectura” (Petit, 1999, p. 9). En este sentido, compartiremos nuestra experiencia mediando con jóvenes de nivel bachillerato y licenciatura dentro de sus planteles educativos; cuáles han sido nuestros errores, sinsabores, aprendizajes, satisfacciones y logros obtenidos.

 

Población:

Todo comienza reconociendo al público con el que se va a interactuar. No es lo mismo trabajar con infancias que con adultos mayores; en zonas económicamente privilegiadas o marginales; personas privadas de la libertad, ciudadanos o ciudadanas libres. Conocer tanto como se pueda a la población con la que se va a trabajar es de suma importancia, ya que esto permite proponer textos y temas que resulten interesantes y apasionantes, así como tener más clara la manera en la que se guiará la conversación antes, durante y después de la lectura.

Es importante que al identificar las características del grupo sea lo más objetivo posible, intentando eliminar los prejuicios a ciertos sectores y evitando caer en acciones que puedan predisponer nuestro actuar o nos impidan reconocer el potencial del grupo.

Así mismo, las etapas lectoras son otro punto importante a considerar tal como las clasifica la Fundación Cuatrogatos: Para leer con los más pequeños; Para los que empiezan a leer solos; Para los que despegaron como lectores; Para los que se atreven con libros retadores y Para los que se volvieron grandes lectores (Fundación Cuatrogatos [FC], 2024, p. 7).

Nuestras actividades se han centrado en jóvenes de entre 15 a 25 años, que estudian el bachillerato o la licenciatura en Instituciones como el Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica (CONALEP), el Instituto de Educación Media Superior (IEMS), el Centro de Estudios Científicos y Tecnológicos (CECyT), la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) y la Universidad Rosario Castellanos (URC), entre los cuales pudimos observar diferencias económicas y culturales importantes según la institución y la ubicación del plantel.

Al inicio de nuestro trabajo asumimos, por el rango de edad, que la población con la que trabajaríamos se encontraba en la etapa “para los que despegaron como lectores”, que se define como un momento en el que los lectores leen “obras literarias de mayor elaboración y exigencia, que pueden ser disfrutadas por quienes ya leen con soltura y han ganado confianza en sus destrezas” (FC, 2024, p. 7). Sin embargo, aunque existe una gran cantidad de jóvenes que pertenecen a ella, otros no necesariamente han desarrollado estas habilidades y requieren otro acompañamiento y textos que demanden menores destrezas.

 

Selección de textos:

Cada uno de nosotros tiene una conexión particular con el libro que utilizamos para impartir los talleres, ya que gracias a que nos son significativos, nos apasionan y a que los encontramos valiosos, es que podemos transmitir de mejor manera el gusto y el interés por la lectura. Ahora bien, dado que lo que encontramos en un libro es un reflejo de nuestras experiencias y conocimientos previos, no a todas las personas les tiene que provocar lo mismo y eso no está mal.

Una de las más grandes decepciones que se tienen al mediar la lectura, es darse cuenta de que un texto con el que personalmente conectamos resulta ser poco significativo o inapropiado para otras personas. Ahí nuestro trabajo es el de empatizar con los y las participantes, aun cuando haya opiniones diferentes, así como elegir otras lecturas que les sean significativas, sin dejar de lado nuestras pasiones.

Del mismo modo, debemos estar siempre abiertos a la gran variedad de textos que existen y experimentar con tantos géneros literarios como sea posible: poesía, cuento, teatro, novela y aquellos géneros que dan un mayor peso a la imagen, como la novela gráfica o los libros álbum. En este sentido, es importante que estemos abiertos a explorar géneros poco conocidos o llenos de prejuicios, pero que a las juventudes les fascina leer.

En nuestra experiencia la novela gráfica fue un género con el que las juventudes pudieron conectar fácilmente, porque ya están familiarizados con la imagen –desde la fotografía, el cine, la pintura y los videojuegos– que les permite identificar y resolver los convencionalismos presentes en la narrativa de imagen fija; el apoyo visual, además, permite identificar, graduar y resolver problemas para codificar todos los elementos que se conjugan en las obras, lo que vuelve a la novela gráfica una herramienta perfecta para introducir a las y los lectores a la recuperación efectiva de información a través del repaso de las escenas y el diálogo entre iguales, creando  posibilidades y generando comunidades lectoras en el proceso.

Como equipo, ha sido muy enriquecedor trabajar acompañándonos y descubriendo lecturas que en un principio no pensamos que fueran significativas, así como ver entre nosotros como hemos sido capaces de transmitirlas a las juventudes mientras desarrollamos una conexión genuina con ellas.

 

Planeación de la sesión

Ya que hicimos la selección del texto, lo siguiente es planear la sesión: de qué manera se leerá, qué ejes guiarán la conversación y con qué actividad creativa cerraremos. Es importante entender que todo lo que establezcamos en dicha planeación es un escenario ideal, pero que puede no salir de acuerdo con lo pensado, por lo que hay que estar siempre abiertos, receptivos y tener creatividad para retomar el hilo conductor.

Una de las partes más difíciles de este punto es comprender nuestras limitaciones a la hora de abordar los textos, por ejemplo, si hay temas históricos que escapan de nuestra comprensión, usan un lenguaje que podría ser complicado u ofensivo para ciertas personas o que tocan temas sensibles. Si bien, uno de los principales objetivos de la mediación es generar una conexión emocional con los textos, hay que ser siempre conscientes y responsables del lugar que estamos ocupando; entender que el objetivo no es convertir las sesiones en una terapia psicológica (pese al potencial catártico que pueden tener ciertos textos) o una clase de historia, y procurar que la conversación gire siempre en torno a la lectura.

Igual de difícil resulta distanciar nuestra labor de la pedagogía. Si bien el gusto por la lectura y el aprendizaje están estrechamente relacionados, la intención de la mediación no es que los jóvenes hagan análisis literarios, sino que disfruten los textos y se conviertan en lectores activos y curiosos. En ese sentido, será por medio de la diversión y el juego que se desarrollen habilidades y destrezas paulatinamente.

Finalmente, las actividades diseñadas para el cierre de la sesión vinculan la lectura con los lenguajes artísticos, ya que las artes son un vehículo apropiado que permite que los y las participantes exploren su individualidad y la manifiesten en un viaje redondo entre el mundo interno y el mundo externo. Para esto hemos utilizado la escritura creativa de forma libre u orientada, en poesía, cuento o cómic; el dibujo, la pintura y el bordado.

El proceso lector no tiene como fin un producto, el fin es el proceso en sí mismo: la indagación y descubrimiento personal donde los y las jóvenes encuentran indicios de quiénes son, dónde están, qué quieren, qué sienten o cómo experimentan el mundo por medio de los textos.

 

El fruto más dulce de la mediación: El ambiente lector

Cuando hablamos de ambiente lector, concepto estipulado por Aidan Chambers (2007), podemos dividirlo en dos: el espacio físico y la capacidad que tiene el mediador de generar una atmósfera acogedora. En cuanto a lo primero, nos referimos al lugar que será utilizado para el ejercicio de la mediación. Idealmente contemplamos un área verde, con sombra, y colchonetas. En la realidad este espacio ha sido muchas veces insuficiente, terroso y excesivamente ruidoso, lo cual ha puesto a prueba nuestra creatividad y la capacidad que tenemos para captar la atención, hacernos escuchar y, sobre todo, generar una atmósfera adecuada.

Con atmósfera nos referimos a la capacidad de construir lugares seguros y hospitalarios para que quienes los frecuentan y participan puedan escuchar y ser escuchados de tal forma que la lectura deje de ser un acto individual y se transforme en un acto colectivo en el que a través del intercambio de ideas y sentires se forme un entramado de significados y posibilidades; es el trascender las letras plasmadas en papel, lo que hace de la labor del mediador una experiencia enriquecedora, divertida y emocionante. Como dijo Michel Petit (1999), “el gusto por la lectura no es por la frecuentación de los libros, es más por el intercambio de palabras “verdaderas” que pueden surgir a partir de la lectura” (p. 9)

 

Conclusiones

Una de las experiencias más retadoras a las que nos enfrentamos como mediadores es la conversación sobre las lecturas compartidas, pues en ocasiones enfrentamos nuestras inseguridades y miedo respecto a generar el diálogo frente a un público diverso, muchas veces desconocido, que en determinados momentos no respondía a nuestras preguntas e invitaciones para charlar. Sin embargo, con el tiempo y la experiencia comprendimos que, si bien hacemos nuestro mejor esfuerzo por crear un espacio de diálogo y pensamiento creativo, los silencios también son válidos y merecen respeto.

Este proyecto ha sido muy enriquecedor, ya que hemos aprendido a conectar y ser receptivos con una amplia diversidad de ideas, reflexiones, gustos y disgustos; a ejercitar nuestra capacidad de ser curiosos ante los pensamientos y emociones de otras personas, para así poder dejar de lado nuestros prejuicios y crear un espacio seguro para todos y todas. Descubrimos nuevas formas de construir sentido y comunidad con la lectura, lo que favorece la expansión de las formas en que dialogamos con nosotros mismos y los otros.

En definitiva, es difícil —por no decir imposible— discernir el efecto de nuestras labores en las juventudes, porque no son cuantificables. Por eso el trabajo de mediación es como una medicina lenta que descansa sin ser notada: cuando las palabras que compartimos son compartidas a otras personas es cuando el trabajo está hecho. Es la eterna historia de compartir obras, libros y cuentos que pasan de cabeza a cabeza, calando tan hondo que a veces ni nos damos cuenta de cómo, pero el resultado está ahí, enterrado, como la más fuerte de las semillas. Es un esfuerzo de muchos, pocas veces reconocido, ocurriendo al mismo tiempo para fortalecer el vínculo entre los y los jóvenes y la lectura en México, no queda más que seguir llevando a cuestas todas las páginas que se nos antoje leer, compartir y disfrutar.

 

Referencias

Chambers, A. (2007). El ambiente de la lectura. Fondo de Cultura Económica.

Petit, Michel. (1999). Nuevos acercamientos a los jóvenes y a la lectura. Fondo de Cultura Económica.

Fundación Cuatrogatos (3 de mayo de 2024). Premio Fundación Cuatrogatos    https://cuatrogatos.org/premio.php

 

Ficha de autores y autora

 

Eduardo Acevedo Martínez

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Estudió Lengua y Literaturas Hispánicas. Ha impartido talleres de promoción a la lectura en instituciones de Educación Media Superior y Superior, así como en Bibliotecas Públicas; ha coordinado espacios de lectura colectiva de forma presencial y virtual. Tiene un espacio en redes sociales centrado en la Literatura Infantil y Juvenil: "Gotero de Letras".

 

 

Mauricio Tizapán Martínez

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Estudió Comunicación y Cultura en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM). Participó en la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil impartiendo talleres de lectura. Se interesa por diversos temas y los refleja en géneros literarios combinados con periodismo de investigación. Otra parte de su tiempo la ha dedicado a ser profesor y practicante de Lima Lama (Defensa personal). Actualmente imparte talleres de lectura en media superior y superior.

 

Alma Nathalí González Ramírez

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Estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM, su enfoque académico es la mediación de lectura, la literatura oral y la Literatura Infantil y Juvenil (LIJ). Cuenta con el diplomado en formación y acompañamiento en torno a la lectura, así como el diplomado en tradición oral, artes verbales e infancias, impartidos por la UNAM. Tiene experiencia de cuatro años como profesora de español y literatura de nivel secundaria, y un año de experiencia como mediadora de lectura en contextos rurales.