Imágenes en movimiento… quizá es pecar de simplista, pero en mi humilde opinión, esa podría ser la definición primigenia del cine si consideramos que la primera muestra al público en la historia del llamado séptimo arte es una breve secuencia real del arribo de un tren a una estación de ferrocarril de la ciudad captada por los célebres hermanos Lumière y que data de 1896. Nótese que recalco la palabra real y el motivo no es otro que poner en la mira de ustedes el hecho de que el cine nació con la idea de captar la realidad lo más fielmente posible, tal y como años antes había ocurrido con la fotografía. En ambos casos, las aspiraciones artísticas se desarrollaron después y, conforme la demanda de la gente por este tipo de expresiones fue creciendo, surgió la necesidad de invertir más recursos económicos y humanos para producir este tipo de materiales, lo que dio origen a una de las industrias creativas más lucrativas que existen.
Ahora, seguramente ustedes se preguntarán ¿por qué empezar así un artículo cuyo título se refiere a las y los maestros en el cine?… la respuesta que puedo darles es que precisamente la figura docente que las películas nos han mostrado a lo largo de la historia no coincide con este concepto primigenio, sino que surge como una representación de la realidad, es decir, se trata de la percepción que tiene el autor de una película sobre este tema. Así, cuadro por cuadro, escena por escena y secuencia por secuencia va construyendo su discurso y el producto final no es otra cosa que una combinación de elementos ideológicos, dramáticos y estéticos que conforman su visión. A nosotros como público nos corresponde verla, analizarla y juzgarla; ya nuestra opinión acerca de una película dependerá del criterio con el que realicemos estas acciones.
Este mes, en el que desde 1917 cada 15 de mayo se conmemora en México el Día del Maestro, quise dedicar este espacio a compartir con ustedes de manera muy informal mis comentarios sobre algunas películas del cine mexicano que me impactaron de manera especial por haberlas visto por televisión cuando era aún niño y que, a mi juicio, depositan en la figura magisterial los ideales que encierra esta noble labor. Concretamente, se trata de dos películas de antaño realizadas en momentos distintos de la realidad nacional, por lo que, vistas a la distancia podrían apreciarse anacrónicas… o quizá no tanto. Vayamos, entonces a ver a dónde nos lleva este brevísimo recorrido cinematográfico hecho en orden cronológico…
“Río Escondido” (1947). 110 min.
D: Emilio Fernández. G: Mauricio Magdaleno, sobre un argumento original de Emilio Fernández. F: Gabriel Figueroa. I: María Félix, Domingo Soler, Carlos López Moctezuma, Fernando Fernández, Arturo Soto Rangel, Eduardo Arozamena, Columba Domínguez, Agustín Isunza, Roberto Cañedo. S: Por encargo del presidente de la República Mexicana en persona, la maestra rural Rosaura Salazar (María Félix) es encomendada a ir al pueblo de Río Escondido, en el norteño estado de Coahuila, para encargarse de la escuela que lleva meses cerrada. A pesar de estar enferma del corazón, ella acepta la encomienda y tras su llegada, Rosaura debe enfrentar al cacique Regino Sandoval (Carlos López Moctezuma), quien explota y niega el agua a los campesinos y ha clausurado la escuela. (“La guía del cine mexicano. De la pantalla grande a la televisión”. Emilio García Riera y Fernando Macotela, Editorial Patria, 1988, pág. 265).
Bien, empecemos por decir que la película se filmó en Ecatepec, estado de México y sus características físicas son muy distintas al Río Escondido de la realidad, por lo que fue necesario “ambientar” la locación para hacerla más creíble; de hecho, en el portal noticioso Infobae se habla de que “para hacer más real la escenografía, tuvieron que quemar un árbol, supuestamente plantado por el propio Benito Juárez, con el fin de darle un toque de desolación a la película, como si se encontraran en un lugar alejado de todo y todos”. (https://www.infobae.com/america/entretenimiento/2021/06/30/rio-escondido-la-pelicula-que-emilio-el-indio-fernandez-y-maria-felix-filmaron-en-ecatepec/)
He ahí la primera “representación de la realidad”. La segunda de ellas y la más importante, ya que encierra la esencia ideológica de la película es que, quien da directamente a la maestra la instrucción de ir ella sola a hacerse responsable de la escuela, es el mismísimo presidente del país. Sin duda una situación totalmente exagerada, pero que apela al simbolismo de colocarlo a él como el representante cívico de las autoridades encargadas de la educación de los mexicanos y a la maestra como la encarnación de los principales valores éticos propios de la vocación magisterial, entre ellos: *integridad, *profesionalismo, *respeto, *empatía y *competencia en la materia. Desde luego todo esto plasmado con una estética nacionalista dictada por los cánones artísticos de la época en que se filmó (incluidos los famosos claroscuros logrados por el célebre cinefotógrafo Gabriel Figueroa), estética que, por cierto, fue ampliamente elogiada. De hecho, por todos los valores artísticos y de producción que se conjuntaron, se trata de una cinta considerada por numerosos especialistas entre las cien mejores del cine mexicano de todos los tiempos.
*Conceptos citados por Armandina Serna Rodríguez y Edna Luna Serrano en su artículo titulado “Valores y competencias para el ejercicio de la docencia de posgrado” publicado en el portal de la revista digital SciELO, núm. 37, jul.-dic. 2011.
Desde mi punto de vista como guionista, me parece que cumple plenamente con el esquema de una película dramática: el relato fluye con coherencia dentro del ecosistema creado por el director y los parlamentos corresponden perfectamente a la carga simbólica que tiene la película, sobe todo tomando en cuenta la época en que se realizó. Como mero espectador, considero que el trabajo histriónico es consistente, incluido el de la propia María Félix, que logró construir un personaje bastante creíble, alejado del estereotipo acartonado de mujer altiva y dominante creado por ella misma no solo para la mayoría de sus películas, sino para su vida real.
Regresando al tema de la representación de la figura magisterial pienso que, en efecto, el personaje de la maestra Rosaura reúne idealmente las virtudes ya mencionadas que toda y todo docente debe tener: integridad al abordar con absoluta ética tanto las satisfacciones como los obstáculos que implica la enseñanza; profesionalismo al no claudicar en el cumplimiento de su deber; respeto sobre todo a ella misma al no traicionar sus ideales; empatía al asumir su rol como ser humano y no simplemente como autoridad docente y competencia en la materia al cubrir todos los requisitos académicos que exige la docencia.
Sin embargo, la visión mostrada en la película respecto a cada uno de estos valores, por supuesto que resulta exagerada, sobre todo en la actualidad porque están llevados al límite: la maestra Rosaura antepone su integridad arriesgando incluso su vida para cumplir la misión; muestra su profesionalismo al grado de poner su salud en último lugar; el respeto hacia sus ideales raya en lo estoico casi al estilo de los héroes de la patria; su empatía es tal que, sin reparo alguno, se considera una más de los habitantes de Río Escondido y vive en carne propia la problemática que sufren y no sólo la enfrenta, sino que trata de solucionarla; como docente, al personaje se le confiere una absoluta competencia, tanto que pareciera que ella, sin contar con algún tipo de apoyo, saldría totalmente avante con el cometido.
A pesar del abordaje maniqueo del tema, la película es un muy digno trabajo que, aún hoy, mueve al análisis y a la reflexión: ¿El papel de las y los docentes en la educación sigue siendo el centro de la educación? ¿Pueden ellas y ellos trabajar a pesar de la total carencia de recursos? Y, sin ir más lejos, ¿La educación es la esperanza de un futuro mejor? Personalmente considero que la respuesta a estas preguntas es un sí, pero bajo determinadas condiciones. ¿Cuáles? Las y los maestros siguen siendo el eje de la educación, pero ahora lo asumen respetando el concepto de horizontalidad, es decir, no colocándose en un pedestal desde donde el conocimiento cae sobre el alumnado por la fuerza de la gravedad. El conocimiento se construye mediante el trabajo colaborativo entre estudiantes y el docente es una guía que interactúa con su alumnado, así el aprendizaje resulta mucho más significativo. Para aplicar este modelo de educación se necesitan ciertos elementos que tienen que ver más con la innovación y la creatividad didáctica que con los recursos materiales, aunque eso no significa que pueda trabajarse con la ausencia total de infraestructura, es decir, “ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre”. Si se aplican estas consideraciones, estoy convencido de que la educación seguirá siendo la esperanza de un futuro mejor.
Ahora vayamos a la segunda parada de este recorrido fílmico.
Simitrio (1960). 92 min.
D: Emilio Gómez Muriel. G: Jesús Cárdenas y Emilio Gómez Muriel. F: Jack Draper. I: José Elías Moreno, niño Javier Tejeda, Carlos López Moctezuma, María Teresa Rivas, Julio Alemán, Roberto G. Rivera, Irma Dorantes, Emma Roldán, Enrique Lucero, Ada Carrasco. S: Don Cipriano, un viejo maestro rural (J. E. Moreno), cuya agudeza visual está notablemente mermada, es víctima de las bromas de sus alumnos, que se hacen pasar por su compañero Simitrio, quien tiene que salir de urgencia del pueblo junto con sus padres sin que le dé tiempo de avisar a la escuela, por lo que sus padres le encargan a un compañero, Luis Ángel, que avise al maestro Cipriano, encargo que no hacen derivando en las consecuencias del caso. (“La guía del cine mexicano. De la pantalla grande a la televisión”. Emilio García Riera y Fernando Macotela, Editorial Patria, 1988, pág. 280).
Si bien la anécdota es un tanto simple y el tratamiento del tema se apega más al esquema melodramático que al dramatismo puro mostrado en “Río Escondido”, a mi modo de ver el mensaje resulta de una complejidad digna de análisis. Al igual que en “Río Escondido”, la figura docente presenta cierta vulnerabilidad física que se contrapone con la fuerza de carácter del personaje del maestro. El profesor Cipriano también oculta su condición de salud para no comprometer el cumplimiento estoico de su deber y evitar que lo jubilen, pero en este caso, la situación se presta para mostrar algunos tintes de comedia lo mismo que pasajes muy emotivos. La historia, que en lo narrativo mantiene un buen ritmo a pesar de los momentos que rayan en la inverosimilitud, considero que logra atrapar la atención y también mueven al análisis sobre el tema: el papel del docente en la formación de las y los estudiantes, no sólo en lo estrictamente académico, sino en lo cívico y lo moral. Mientras que en “Río Escondido” los valores cívicos que se inculcan al alumnado se muestran mucho más claros, en “Simitrio” los valores morales tienen mucho más peso y a través de la actitud y proceder de los niños nos hacen cuestionarnos acerca de estos preceptos. De esta manera, podemos reflexionar sobre el respeto a los mayores, la importancia de la honestidad en las relaciones humanas y la trascendencia que esto tiene para y a lo largo de la vida.
Como conclusión, puedo decir que la imagen ejemplar de la figura docente presentada en ambas películas cumple con su cometido y son un digno homenaje a las y los maestros. En mi caso, al haberlas visto siendo niño, creo que reforzó en mí el genuino aprecio que aún guardo por la mayoría de las y los profesores que tuve en mi época estudiantil y estoy seguro que siguen influyendo para mantener una apertura de mi parte hacia quienes integran mi entorno y considerarlos maestras y maestros de la vida. Las personas que nos rodean (familiares, amistades, colegas, compañeras y compañeros de trabajo, vecinas y vecinos e incluso a quienes únicamente tratamos de manera circunstancial y momentánea) independientemente de su edad o actividad, pueden enseñarnos algo nuevo al brindarnos elementos que podemos incorporar constantemente a nuestro desarrollo como seres humanos.
Ficha del autor
Víctor López Noriega: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Es licenciado en Periodismo y Comunicación Colectiva por la FES Acatlán de la UNAM. Cuenta con casi 30 años de experiencia en el área de guionismo tanto en medios privados como públicos, 20 de ellos colaborando en el ILCE para programas educativos de diversos géneros y formatos en radio y televisión.